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Del infierno a la libertad

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Desde Sudáfrica Schutte viajó a Guatemala para compartir su experiencia de vida (Foto: Darío Chiquitó)


“No soy especial, sencillamente las circunstancias extremas que me han tocado vivir me han dejado una lección extremadamente valiosa y es saber que, aun teniéndolo todo en contra, la capacidad del ser humano de reprogramar su mente es una herramienta clave que todos tenemos a nuestro alcance; el poder de elegir y la voluntad de superar las dificultades nos hace ver que, además, vivimos inmersos en una constelación ilimitada de posibilidades.”

A pocos días de haberse terminado el Mundial de futbol de 2010, todos conocemos Sudáfrica. Sin embargo, el relato de Reon Schutte nos transporta a uno de los capítulos más negros de la historia de este país: el apartheid. Nacido en 1961 este afrikáner conoce desde la cuna la pobreza. A los 10 años es el único sustento económico de su familia. A los 12, convertido en un niño de la calle, ingresa en una de las maras más grandes de Capetown. Se mete en problemas y es internado en un centro de menores. A los 16 sale a prestar servicio militar y, dos años después, decide ingresar permanentemente en el Ejército.

“Hasta que cumplí los 32 peleé en 13 países de la región”, explica. “Me gustaba luchar. Me sentía orgulloso de defender mi patria de algo que llamábamos comunismo. Bastaba con tener un motivo.” Y en esas llegó a Zimbabue, donde fue herido y capturado, acusado de ser un espía y condenado por un tribunal militar a 26 años de prisión en Chikurubi, considerada como una de las peores cárceles del mundo.

Lecciones aprendidas

Organizaciones de derechos humanos denuncian las condiciones infrahumanas de la cárcel de Chikurubi

“Sabía que esto era prácticamente una sentencia a muerte, pues apenas un 10% de los que entraban allí salían vivos. Además, yo representaba todo lo que ellos odiaban: era un blanco, sudafricano y militar enemigo encerrado entre más 5000 presos, hacinado junto con otras 49 personas en una celda de 6 x 8 carente de ventilación”. Sin más posesiones que 3 pantalones, una camiseta y una sábana. En los 12 años y 8 meses que pasó entre rejas, Schutte no tuvo ni papel de baño, ni jabón, ni zapatos, ni reloj, ni un libro, ni retrete, ni alguien que hablara su idioma.

“Si dijera que las condiciones eran infrahumanas me quedaría corto. En los primeros 5 años de encierro yo culpaba a todo el mundo de mi desgracia. Me sentía abandonado y solo, víctima de la peor de las injusticias. En ese tiempo sobreviví a base de ira, ocupando mi mente pensando en la venganza”. Ilegalmente consiguió mandar 1000 cartas a cambio de su ración diaria de comida. No se sabe cuántas de ellas llegaron al exterior pero una consiguió conmover a un estudiante universitario, quien fundó un grupo de apoyo a su causa.

“Mientras aquel joven persistía en sus estrategias de diplomacia silenciosa, mi mentalidad cambiaba por completo porque aprendí que el problema no estaba en los demás, si no en mí mismo. Me di cuenta, entonces, de que todo lo que me había ocurrido había sido consecuencia de mis propias decisiones y de que yo no era mejor persona que nadie.”. Había conseguido burlar a sus propios demonios cuando cayó gravemente enfermo. Diagnóstico: cáncer de próstata, 6 meses de vida.

“Entonces fue cuando aprendí la segunda lección: no podía cambiar mis circunstancias, pero sí mi actitud al respecto. Descubrí que la autosugestión funcionaba. Así fue como superé el hambre, la falta de higiene y la angustia ante las golpizas constantes de los guardias. También mi enfermedad. Después de todo, me negaba a resignarme a la muerte”.

Guerrero de la vida

“Después de un tiempo me di cuenta que todo lo que me habían enseñado estaba mal. No soy mejor persona que nadie ni nadie es mejor persona que yo. Todos somos seres humanos y necesitamos obtener lo mejor de la vida”. (foto: Darío Chiquitó)

Cuando le concedieron el perdón presidencial, Schutte era un hombrecito de apenas 48 quilos, sin un solo diente y tan debilitado que era incapaz de ir solo al baño. Libre de la noche a la mañana, ahora tenía que empezar otra vez de nuevo, considerado un enemigo en su país por su vinculación con el régimen anterior, sin un solo centavo en su bolsillo y con tan solo 2 miembros de su familia vivos.

“Mi peor error fue pensar que cuando lograra salir, iban a terminar mis problemas. El nirvana no existe, siempre se presentan nuevos retos, nuevas dificultades, por eso lo importante no es tanto lo que ocurre en la vida, sino el poder de elegir cómo vamos  a afrontarla”. 5 años después Reon parece, en muchos aspectos, otra persona. Conferenciante internacional, ha visitado medio centenar de países, está escribiendo un libro y sueña con alguien que produzca una película con su historia.

“Mi intención es poder inspirar felicidad a otra gente con lo que yo aprendí, porque he conocido a tantas personas encerradas en cárceles construidas por ellos mismos que con gusto preferiría regresar a Chikurubi si tuviera que elegir una u otra. Las prisiones mentales son mucho peores que las construidas a base de bloc y cemento”, asegura. Entre sus frases de sabio, uno logra entender que solo se fracasa cuando se da por vencido y que el temor mismo es lo que nos incapacita para lograr lo que queremos. La energía positiva trae cosas positivas. Schutte lo sabe bien, porque es el vivo ejemplo de ello.


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